domingo, 21 de septiembre de 2014

BACHILLERATO. FICHA 2

DOS FILÓSOFOS.

KAHLIL GIBRAN



Hace miles de años, dos filósofos se hallaron en un cerro del Líbano, y uno de ellos le preguntó al otro: “¿A dónde vas?
Y el otro filósofo respondió: - Voy a la búsqueda de la fuente de la eterna juventud que, por lo que he leído, mana entre estos montes. He hallado unas escrituras que mencionan esa fuente, manando hacia el sol por estos rumbos. Y tú, ¿qué estás buscando?
El primer filósofo contestó: - Ando en busca del misterio de la muerte.
Después, cada uno de ellos pensó que el otro era un necio y visionario, y comenzaron a disputar enardecidos y a culparse ambos de ceguera de espíritu. En tanto los dos filósofos se insultaban, un forastero, un varón al que creían el tonto del pueblo, pasó por allí y, al escuchar que aquellos dos varones peleaban con ardor, se paró un instante a oír lo que decían.
Después, el recién llegado se aproximó a los filósofos y dijo: - Amigos, parece ser que los dos sois de la misma escuela filosófica, y que decís lo mismo, solamente que con distintas palabras. Uno busca la fuente de la eterna juventud, y el otro busca el misterio de la muerte. No obstante, si bien razonáis, ambas cosas son la misma y se encuentran dentro de vosotros mismos.
Después, el forastero se dio media vuelta, exclamando: - Adiós, varones sapientes. Y, al irse, se sonrió con indulgencia.
Los dos filósofos se miraron callados, y luego comenzaron a reírse de sí mismos. Y uno de ellos terminó: - Bueno, ¿qué opinas si, ahora, andamos juntos, para buscar juntos…?

UN MUNDO FASCINANTE.
  


                 Estamos descubriendo con una linterna un mundo fascinante lleno de monstruos o ángeles, según los casos, que nos han tenido siempre aterrados: la rabia por haber hecho algo mal, el desprecio que nos prodigaron los demás, la sorpresa siempre inesperada (a este último respecto no sabíamos siquiera que sin sorpresa no había sorpresa), el amor con ánimo de fusionarse con otros organismos queridos; la felicidad, que ahora sabemos definir como la ausencia de miedo, al igual que la belleza -por fin lo aprendimos- es la ausencia de dolor.


           Las especies que han sobrevivido en el tiempo geológico son las que supeditaron los interes básicos del individuo al cuidado y la supervivencia de su propia especie.Cuando no había otro remedio que elegir entre lo que convenía al individuo, pero debilitaba el soporte de la especie a la que se pertenecía, o bien lo que reclamaba el colectivo social, aunque fuera poniendo cortapisas a la búsqueda de intereses particulares, la opción ganadora siempre fue la misma: la manada, en detrimento aparente de las personas.

         A pesar de la generalización y permanencia del pensamiento pagado de sí mismo, la primera construcción mental de los homínidos fue la que gira en torno a la identidad social y no a la conciencia de uno mismo.

       El primer concepto asimilado fue el de la manada, el conjunto que daba pábulo a la cohesión social. Sólo en una segunda fase aprendimos a seguir contando por el número dos, por nosotros mismos, cuando nos reconocimos como tales mirándonos en el reflejo de las aguas de un río. El líder surgió mucho después de la invención de los seguidores.




METANFETAMINA.


SI QUIERES, PUEDES.
Piedras cristianizadas 

Tras los Concilios de Toledo que condenaban la adoración de las piedras sagradas, el pueblo continuaba aferrado a sus piedras sagradas que, en la mayoría de los casos eran representaciones de la Diosa Madre neolítica, símbolo de la fecundidad. Ante su aparente fracaso, la Iglesia decidió cristianizarlas.
Bastaba con colocar una imagen o una cruz sobre ellas; después, se construía un templo o una ermita en su lugar y el lugar quedaba integrado en la religión oficial.
De este modo tan burdo, la Diosa Madre pasó a ser la Virgen María, y muchas imágenes medievales de la Virgen se coloquen sobre peanas esferoides que recuerdan las primitivas piedras desaparecidas, como la advocación de Nuestra Señora de Piedras Santas, patrona de Pedroche (Córdoba).

En el Andévalo onubense es famosa la romería al santuario de la Virgen de Piedras Albas. La Esfera de la catedral de Jaén, hoy en la plaza de Santa María, en Arjona, se veneraba como peana de la Virgen del Soterraño, patrona del templo. La piedra conserva la escotadura tallada en la que se encastraba la imagen de la Virgen.
La Piedra Santa de la catedral de Toledo se guarda en un edículo de mármol rojo no mayor que un buzón de correos, adosado a la Capilla del Descendimiento. La piedra sólo es visible a través de dos ventanitas enrejadas por las que las devotas introducen un dedo para tocarla e impregnarse de santidad. Según la tradición, la Virgen María posó sus plantas sobre la piedra sagrada cuando descendió del cielo para imponer una casulla a san Ildefonso, arzobispo de aquella diócesis.
A ambos lados de la escalera de entrada a la basílica de Guadalupe hay unas rejas de un par de palmos de ancho, tras las cuales se conservan fragmentos de la piedra sagrada sobre la que, según la tradición, la Virgen posó los pies en su visita a aquel santuario.
La Virgen del Pilar de Zaragoza se apareció encima de un pilar de piedra o columna, lo que justifica la veneración de esta piedra que sostiene la imagen de la Virgen.

En San Frutos de Duratón (Segovia) la piedra santa es un bloque cuadrangular al que las devotas acarician y besan con unción. Se conserva bajo el santo, pero oculto por un altar de madera, lo que obliga a los devotos a arrodillarse y reptar por un angosto deambulatorio entrando por una puertecita y saliendo por otra para cumplir el ancestral rito de rodear la piedra; tal como se hacía cuando
el lugar era un santuario matriarcal, antes de ser cristianizado en el siglo IV como ermita de la Virgen de la Hoz.
En el monasterio del Sacromonte (Granada), durante las fiestas de san Cecilio, patrón de la ciudad, las devotas entran en las catacumbas (la cueva sagrada) y prueban la virtud de dos grandes piedras que, según la creencia popular, ayudan a encontrar marido (la blanca) o a librarse de él (la negra).
Llamar ermita de san Miguel de Arretxinaga (Markina, Guipúzcoa) despista mucho porque los devotos vascos han levantado un edificio de proporciones catedralicias para abrigar dignamente las tres enormes rocas sagradas que cobijan, a su vez, la imagen del santo.
Para acabar, reflexionemos sobre el significado que encierra la acción de bendecir la primera “piedra” de un edificio en presencia de autoridades y medios de comunicación.



EL MITO DE LA CAVERNA DE PLATÓN.





Nos pide Platón imaginar que nosotros somos como unos prisioneros que habitan una caverna subterránea. Estos prisioneros desde niños están encadenados e inmóviles de tal modo que sólo pueden mirar y ver el fondo de la estancia. Detrás de ellos y en un plano más elevado hay un fuego que la ilumina; entre el fuego y los prisioneros hay un camino más alto al borde del cual se encuentra una pared o tabique, como el biombo que los titiriteros levantan delante del público para mostrar, por encima de él, los muñecos. Por el camino desfilan unos individuos, algunos de los cuales hablan, portando unas esculturas que representan distintos objetos: unos figuras de animales, otros de árboles y objetos artificiales, etc. Dado que entre los individuos que pasean por el camino y los prisioneros se encuentra la pared, sobre el fondo sólo se proyectan las sombras de los objetos portados por dichos individuos. En esta situación los prisioneros creerían que las sombras que ven y el eco de las voces que oyen son la realidad.


Supongamos, dice Platón, que a uno de los prisioneros, “de acuerdo con su naturaleza” le liberásemos y obligásemos a levantarse, volver hacia la luz y mirar hacia el otro lado de la caverna. El prisionero sería incapaz de percibir las cosas cuyas sombras había visto antes. Se encontraría confuso y creería que las sombras que antes percibía son más verdaderas o reales que las cosas que ahora ve. Si se le forzara a mirar hacia la luz misma le dolerían los ojos y trataría de volver su mirada hacia los objetos antes percibidos.
Si a la fuerza se le arrastrara hacia el exterior sentiría dolor y, acostumbrado a la oscuridad, no podría percibir nada. En el mundo exterior le sería más fácil mirar primero las sombras, después los reflejos de los hombres y de los objetos en el agua, luego los hombres y los objetos mismos. A continuación contemplaría de noche lo que hay en el cielo y la luz de los astros y la luna. Finalmente percibiría el sol, pero no en imágenes sino en sí y por sí. Después de esto concluiría, con respecto al sol, que es lo que produce las estaciones y los años, que gobierna todo en el ámbito visible y que de algún modo es causa de las cosas que ellos habían visto.

Al recordar su antigua morada, la sabiduría allí existente y a sus compañeros de cautiverio, se sentiría feliz y los compadecería. En el mundo subterráneo los prisioneros se dan honores y elogios unos a otros, y recompensas a aquel que percibe con más agudeza las sombras, al que mejor recuerda el orden en la sucesión de la sombras y al que es capaz de adivinar las que van a pasar. Esa vida le parecería insoportable.

I. -¿Qué crees que contestaría si le dijera d alguien que antes no veía más que sombras inanes y que es ahora cuando, hallándose más cerca de la realidad y vuelto de cara a objetos más reales, goza de una visión más verdadera, y si fuera mostrándole los objetos que pasan y obligándole a contestar a sus preguntas acerca de qué es cada uno de ellos? ¿No crees que estaría perplejo y que lo que antes había contemplado le parecería más verdadero que lo que entonces se le mostraba?

II. -Y si se le obligara a fijar su vista en la luz misma, ¿no crees que le dolerían los ojos y que se escaparía, volviéndose hacia aquellos objetos que puede contemplar, y que consideraría qué éstos, son realmente más claros que los que le muestra .?

III. -¿Y qué? Cuando se acordara de su anterior habitación y de la ciencia de allí y de sus antiguos compañeros de cárcel, ¿no crees que se consideraría feliz por haber cambiado y que les compadecería a ellos?

IV. -Ahora fíjate en esto: si, vuelto el tal allá abajo, ocupase de nuevo el mismo asiento, ¿no crees que se le llenarían los ojos de tinieblas, como a quien deja súbitamente la luz del sol?

V. -Y si tuviese que competir de nuevo con los que habían permanecido constantemente encadenados, opinando acerca de las sombras aquellas que, por no habérsele asentado todavía los ojos, ve con dificultad -y no sería muy corto el tiempo que necesitara para acostumbrarse-, ¿no daría que reír y no se diría de él que, por haber subido arriba, ha vuelto con los ojos estropeados, y que no vale la pena ni aun de intentar una semejante ascensión? ¿Y no matarían; si encontraban manera de echarle mano y matarle, a quien intentara desatarles y hacerles subir?.

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