miércoles, 13 de septiembre de 2017

SOLO SE ES DUEÑO DE LO QUE SE ESTÁ DISPUESTO A PERDER.

«Mis oficiales no abundan en riquezas, y no porque desdeñen los bienes materiales. 

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Tampoco albergan la esperanza de llegar a ancianos, y no porque les disguste la longevidad. 



Según cómo sea la lucha que hoy emprendamos, de ella dependerán nuestras posibilidades de éxito.
Quienes no arriesgan quedarán de abono en los campos del Señor,»

SUNTZU, del Libro de la guerra

El tema de este capítulo puede llegar a parecer caprichoso y hasta contradictorio, pero el desarrollo de los argumentos y la contundencia de la historia que relataré transparentarán su validez.
Efectivamente, sólo somos dueños de lo que estamos dispuestos a perder; para fundamentar tan osada aseveración, invito al lector a reflexionar sobre lo más propio y misterioso de nuestra existencia: el tiempo.
Se preguntará qué tiene que ver el tiempo con la tesis que hay que considerar. Pues absolutamente todo. Somos seres temporales, somos tiempo. La vida, la existencia y el universo se despliegan en una dimensión espaciotemporal cuya comprensión es definitoria de nuestra posibilidad de conocimiento. Nada escapa a su alcance.

Nada podemos pensar fuera del tiempo, salvo a Dios y la eternidad como un acto de fe que está más allá de nuestras capacidades racionales. Pero si intentamos comprender la eternidad, por ejemplo, indefectiblemente volvemos a caer en andariveles de los que no podemos prescindir: las categorías temporales. Entonces, definimos la eternidad como un constante presente o como un no tiempo que no podemos concebir más que por la vía negativa de lo que consideramos positivo: el tiempo. Es decir, sólo entendemos el tiempo.

Esta temporalidad tiene que ver con todos los aspectos de nuestra vida, porque la temporalidad es nuestra esencia; somos seres de tiempo y pensamos en categorías temporales.

Así como la concepción del tiempo forma nuestro horizonte de conocimiento (pensemos en la teoría de la relatividad introducida por Einstein y la perspectiva científica que abrió), la manera en que vemos y pensamos el tiempo forma las circunstancias de nuestra vida y la calidad de nuestras vivencias.
En un breve libro, tan breve como inspirador, el filósofo alemán Herrigel, titular de la cátedra de filosofía en la Universidad de Berlín, relata su experiencia en Japón, donde se radicó por cinco años al ser contratado por la Universidad de Tokio para enseñar filosofía.

Herrigel llegó a Tokio entusiasmado con la idea de aprovechar la oportunidad que se le presentó para satisfacer un profundo deseo: estudiar la filosofía zen. Comenzó así a buscar un maestro que lo aceptara como discípulo, lo que lo enfrentó con un obstáculo impensado: por su condición de occidental, todos los maestros zen a los que se dirigía rechazaban su petición. Empezó a perder las esperanzas, cuando conoció a un maestro que lo aceptó como discípulo.

No es difícil imaginar la avidez y presteza con que Herrigel acudió a su primera clase. En ella, el maestro le propuso elegir una actividad que fuera de su agrado: ikebana, origami, pintura sobre tela, caligrafía, etc. Ninguna convenció al filósofo alemán, que las encontraba demasiado ajenas a él. Pero, finalmente, el maestro mencionó el tiro con arco y flecha. Herrigel no sólo lo encontró de su agrado, sino además familiar, pues ya había practicado tiro al blanco en un polígono de tiro en Berlín.

-Pero ¿qué tiene que ver eso con el zen?
-Todo, pues el zen se practica haciendo -fue la primera enseñanza del maestro.
Así, llegó el primer día de práctica. Con enorme entusiasmo, el filósofo dio comienzo a lo que se transformaría en una rutina: tornó el arco y la flecha y, con la actitud del deportista celoso de su destreza, clavó los ojos en el blanco, lo miró con avidez, casi lo devoró con la mirada. Cuando ya creía tenerlo dominado, absolutamente focalizado, tensó la cuerda del arco con la presión horizontal de la flecha que apuntaba directamente a él. Luego, todo pareció detenerse, hasta el corazón. Todo pareció dejar de existir, salvo ese blanco en el que el mundo se concentraba. Entonces tiró. Tiró y falló.

Se sucedían los días, los intentos y los fracasos. El maestro asistió silenciosamente a las sucesivas derrotas ya la creciente ansiedad de Herrigel, que se obsesionaba con ese blanco, cada vez más inalcanzable. Una y otra vez intentaba; una y otra vez fracasaba.

Entretanto, una y otra vez, el maestro cubría sus propios ojos con un pañuelo negro, olía y escuchaba el aire, se balanceaba sobre sus pies reconociendo su lugar sobre el suelo, acariciaba el arco, sentía entre sus dedos la firme dirección de la flecha en tensión, tiraba y acertaba. ¿Cuál era el secreto?




La impaciencia de Herrigel iba en aumento: -¿Dónde está el error? -preguntaba-o Si el blanco 




está ahí, tan cierto y firme corno una roca, ante mis ojos que no dejan de mirado, que lo ven claramente.
Silencio.

-¿ Cuál es el secreto o la magia de acertar con los ojos vendados?

Silencio.

Las preguntas y la agitación de Herrigel no tenían otra respuesta que la mirada silenciosa del maestro. Hasta que un día, éste decidió hablar, y su lección fue tan inesperada como extraordinaria.

El maestro daba en el blanco aun con los ojos vendados; Herrigel fallaba aun con el blanco incrustado en los ojos. Todo el secreto estaba en el objetivo de cada uno. El lector dirá: «Pero si el objetivo es el mismo: dar en el blanco». Justamente, la lección esclarece una distinción que hay que tener en cuenta: la diferencia entre meta y objetivo.

El maestro y Herrigel perseguían la misma meta, dar en el blanco, pero sus concentraciones estaban puestas en objetivos diferentes, es decir, sus objetos de atención eran diferentes. Yesos objetivos, sorprendentemente, implican la misteriosa dimensión temporal.

El maestro no erraba el blanco que perseguía, porque su objeto de concentración no era el blanco, sino su propia presencia y su actitud en la consecución del mismo. Su mente estaba alerta, su atención estaba puesta en cada movimiento, en cada centímetro de la piel. La presencia de su ser era total en su estar presente.
Herrigel fallaba porque su objeto de concentración estaba muy lejos de sí mismo. Su objetivo era el blanco, lo que debía alcanzar: el futuro. Herrigel fallaba porque confundía meta con objetivo. Ponía su concentración en lo que todavía no era, descuidando lo que en el presente cuenta para poder alcanzar la meta: su presencia, su actitud, su poder. Herrigel se desesperaba con cada fracaso, y el blanco se le volvía una obsesión. Su agitación aumentaba y su posibilidad de éxito se alejaba cada vez más, porque, a cada paso, las derrotas pasadas pesaban sobre un futuro que lo desvelaba. Herrigel no toleraba perder la meta anhelada.

El maestro zen sabía perfectamente cuál era la meta, pero no se desesperaba, porque todo su goce estaba centrado en el arte del hacer, en la realización de la perfección presente, en el placer del bien hacer,de ejecutar bellamente cada movimiento. Ese goce presente lo liberaba de la ansiedad futura. Si el blanco se perdía, importaba poco o, mejor dicho, no ocupaba la concentración.

Se trata de cuidar el presente y dejar que el futuro emerja de él, como una flor, como el blanco perfecto del maestro cuya causa se encuentra en esa danza cuidadosa de movimientos atentamente armonizados en el espacio y en las fracciones de tiempo.

Lo que el maestro zen le dice a su discípulo, casi en silencio, es que no corresponde hacer el futuro desde el futuro. El futuro siempre se hace desde el presente y lo que importa es la calidad del mismo. El presente es el único espacio temporal real donde estamos plena y realmente vivos. En el pasado ya no somos y en el futuro todavía no somos.

Mantener una presencia plena en cada presente quita el velo que cubre de opacidad lo real, descubriendo en cambio todo su brillo. Estar volcados a pasados muertos o a futuros todavía inexistente s opaca la realidad. La propuesta es atrapar la luz de la vida, y la luz es siempre ese presente tan fugaz y tan precioso en el que vivimos absolutamente y en donde construimos el mañana. Es la luz en la que se afanaban los artistas impresionistas tratando de atrapada en la percepción plena del instante.

El goce de la luz requiere de la aceptación de las sombras. Lejos de lo que pueda pensarse, toda aceptación de lo irreversible no implica sometimiento sino liberación. Aceptar las sombras es quedar libre de su tiranía. Aceptar los errores y fracasos del pasado es dejados definitivamente en el pasado, es como abrir las manos para dejar ir lo que ya no es y mantened as abiertas para recibir lo que cada presente ofrece.

En cambio, tendemos a cerradas, aferrándonos a lo que ya está perdido o sufriendo tercamente por lo que ha dejado de causarnos dolor real ya hace tiempo. De la misma manera, nos apegamos a la ilusoria certeza de aquello que tendrá que venir, desviviéndonos en una ansiedad vertiginosa. El pasado ya irreversible y el futuro todavía irreal, con sus tiranías, nos hacen perder la luminosidad del presente.

La aceptación es la contrapartida del apego. Aceptar la irreversibilidad del pasado y la incertidumbre del futuro nos deja libres para asumir el presente con toda su potencialidad.
El apego exacerba el miedo, y el miedo a perder lo deseado, lejos de hacemos dueños del bien que hay que alcanzar, nos somete a la angustia de su posible pérdida. Es un complejo juego de tiempos, a la manera de Terminator, en el que el futuro condiciona el presente en pos de sí mismo, provocando lo temido.

Herrigel teme no dar en el blanco, y el bien que no está dispuesto a perder condiciona su capacidad presente y provoca la imposibilidad de dar en el blanco. Herrigel se esfuerza, y su creciente esfuerzo, contrariamente a lo que se pueda pensar, desvirtúa su fuerza, distrae su atención correcta y confunde su intención.

El maestro zen no se esfuerza, se concentra en su fuerza. La consecución del fin deseado requiere de fuerzas puestas en juego, y el esfuerzo es un componente contra natura de toda acción certera, naturalmente relacionada con el fin que hay que alcanzar. Él no teme perder el blanco, porque, si no acierta, volverá a intentado, siempre centrado en la maravillosa luz de cada presente siempre en el hoy. Y siempre será dueño del blanco, porque en el goce de su hacer, de su concentración cuidada, ya posee el blanco como una inspiración que enaltece el trabajo de cada día.

Sólo se es dueño de lo que se está dispuesto a perder, porque en la aceptación de su posible pérdida está implícita la aceptación de la incertidumbre del futuro, sin que ésta avasalle con sus sombras la luminosidad del trabajo que se encara hoy para la consecución de ese bien.

“Claudia Noseda. Antiestrategias. Táctitas para el buen vivir.”

16 comentarios:

  1. Creo que existe una conexión entre el título de este texto y el refrán de "no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes".
    En el primero entiendo que se es responsable y es asumido que para disfrutar de algo, se debe entender que tendrá un fin. Que hay que aprovechar el momento y no pararse a pensar sobre un posible futuro o replantearse el pasado.
    En la segunda, no se es consciente y se da por asegurado que en un futuro ese algo seguirá ahí.
    Son la contraposición la una de la otra, pero ambas describen el destino. Y es nuestro trabajo decidir si dejar que suceda y recordarnos que podríamos haber hecho algo para cambiarlo, o haberlo tenido en cuenta y labrarte el futuro del que querías ser dueño.

    Selena Carmona 2ºD

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    1. Hay que caminar por la vida aceptando la realidad. Las alegrías y las tristezas forman parte normal del día a día. Tener y perder lo que se tiene... Solo si aceptamos esta realidad podremos vivir con cierto equilibrio y armonía.

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  2. En cuanto al título, solo somos dueños de lo que estamos dispuestos a perder lo veo como parecido a que en el momento en el que perdemos algo, es cuando realmente nos damos cuenta de lo que teníamos. Sin embargo, si lo pierdes por alguna razón o por otra, podemos ver como por eso perdido puede venir antes o después algo mejor, solo sabemos que en esta vida tenemos que aprovechar todos nuestros días lo mejor posible, y lo bueno vendrá.

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    1. Aceptando la realidad en la que una camina, descubriendo día a día que las cosas no son de un color... Que existe una gama infinita de posibilidades y que hay que aprender a vivir con ellas.

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  3. Estoy totalmente de acuerdo con el texto , si quieres conseguir algo tienes que saber que siempre existe la posibilidad de perder, de que algo no salga bien o simplemente no salga como tu esperabas. También decir que este texto esta relacionado con la frase "el tiempo es oro" ya que creo que no sabemos valorar ese tiempo,no nos damos cuenta de que el tiempo es algo que no podremos recuparar jamás.
    El tiempo pasa y a su vez la vida y pienso de deberiamos de paranos mas a disfrutar y aprovechar ese tiempo que ha planificar el futuro o hacer las cosas para el futuro por que nunca se sabe lo que puede pasar y puede que ese futuro no llegue y que tu mientras tanto no hayas disfrutado el presente , no hayas disfrutado del camino por estar todo el rato pensando en la meta.
    Laura Castro 2ºA

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    1. Estoy totalmente de acuerdo con tu exposición. Aceptar el día a día, intentando ser mejor a cada momento... pero aceptando la realidad en la que uno está inmerso.

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  4. Al principio comenta que depende de nuestra lucha , de nuestro esfuerzo , así tendremos más o menos posibilidades para conseguir nuestro éxito . No puedo estar más de acuerdo , ya que siempre hay que tener objetivos en la vida pero teniendo en mente que si no luchas por él , nada servirá . Si crees que ese objetivo es oportuno y merece la pena , ve a por él . que nada te lo impida y lo más importante como dice el texto , ponle ganas y lúchalo

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    1. Y márchate de este mundo diciéndote a ti mismo..." no sé si lo he conseguido, pero nunca dejé de intentarlo".

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  5. Este texto me ha recordado mucho a la frase "uno no es consciente de lo que tiene hasta que lo pierde", y es algo con lo que estoy totalmente de acuerdo, ya que muchas veces, por miedo o por otras excusas, no hacemos o decimos algo y cuando ya no puedes hacer eso, nos arrepentimos profundamente y nos preguntamos por qué no lo hicimos. Por eso, tenemos que luchar y enfrentarnos a nuestros miedos para conseguir lo que realmente queremos, aunque nos salga mal, pero al menos lo hemos intentado y no te has quedado parado.

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    1. Esa es la única manera de existir. Intentándolo hasta la saciedad. Puede ser que algo no lo conquistemos, está dentro de las probabilidades; pero tu conciencia descansará tranquila si no cesaste en el empeño de conquistar tus sueños.

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  6. HA TERMINADO EL PLAZO PARA HACER COMENTARIOS DE ESTE TEXTO.

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  7. Este texto me ha recordado bastante a la frase "no la
    sabes lo que tienes hasta que lo pierdes", yo estoy totalmente de acuerdo con esta frase, ya que cuando tienes la oportunidad de poder hacer algo un no lo haces, en ese momento no te das cuenta pero cuando pasa el tiempo te das cuenta de la oportunidad que has perdido, por eso hay que vivir cada momento de la vida sin perder ningún segundo.

    Antonio Gracia Merchán 2ºbach D

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  8. Este texto es una clara imagen, un espejo que refleja la realidad que cada día estamos dispuestos a vivir, en la que nos enseña a saber o aceptar la realidad tal y como es, aceptar que, por nuestra culpa o no perdemos o ganamos en esta vida. Este texto no te puede transmitir más claramente que debemos aceptar todo aquello que forma parte de nuestro día a día, tanto las cosas buenas como las cosas malas. Pero estamos tan mal acostumbrados, que el refrán 'No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes', se nos ha vuelto el pan de cada día, por no saber o no aprender a cambiar esto y aprovechar cada oportunidad de nuestra vida como si quisiéramos que esta sucediera en bucle siempre, y que si algún día, desgraciadamente perdemos algo, saber levantarnos siempre con la cabeza bien alta, por que lo bueno de que algo se acabe, es que algo mejor está por venir.

    Un saludo.
    Paula Rubio Ordóñez 2ºBto D

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  9. Creo que el título del texto lo dice todo.
    En mi opinión,a veces hay que dejar ir cosas/personas para poder seguir adelante,eso que dicen de ¨pierdes una cosa,pero vendra otra mejor¨ muchas veces,es verdad,no podemos retener lo que esta destinado a perderse,y entonces,cuando aceptemos la pérdida,podremos avanzar y alcanzar ¨esa cosa¨ que es mejor.

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  10. Considero que esta reflexión es una referencia de lo que vivimos día a día, ya que debemos aceptar tanto las cosas buenas como las cosas malas. Nuestro problema es que no sabemos apreciar lo que tenemos hasta que lo perdemos, y aunque intentemos ser más conscientes de ello siempre acabamos errando de nuevo y nos arrepentimos pero cuando ya es demasiado tarde. Por ello, debemos ser conscientes y aprovechar cada oportunidad que tengamos porque no sabemos cuando volveremos a tener otra ni si la vamos a tener de nuevo. Tanto cosas buenas como malas vamos a tener que vivir, pero para que lleguen cosas buenas debemos poner de nuestra parte y alcanzar aquello que deseamos, porque muchas de esas cosas 'buenas' no vienen solas, si no con nuestro propio esfuerzo.

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  11. Para cada persona la vida tendrá un significado distinto por completo al nuestro. Para mi la vida se trata del punto de vista que tengas, es decir, todos somos humanos, pero no todos vemos la vida desde la misma perspectiva. La vida debes elegirla tu, porque el fin de ello es ser felices.
    Lucía Castro Reyes 2ªbto B

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